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Los 4 pilares de la masculinidad tradicional: encargos que todo “hombre” debe cumplir

 
Vivimos en una sociedad que tiende a segregar, a separar. Nos etiqueta y divide de acuerdo a nuestras creencias, nuestros comportamientos, nuestras preferencias y nuestras realidades. Etiquetas como: “blanco”, “joven”, “pobre”, “religioso”, “feo” y muchas otras son utilizadas por todas las personas a cada instante, la mayoría de las veces sin hacer consciencia del efecto que tienen.
 
Pero detengámonos un instante a pensar: ¿cuál es la primera etiqueta que nos ponen, aún antes de nacer? Cuando hacemos esta pregunta en algún taller, la mayoría de las personas responden que: “el nombre”, “el apellido”, “algún apodo de cariño”.
 
Y no, la primera etiqueta que nos ponen, a semanas de la concepción, es “niño o niña”. Puede parecer sencillo, pero a partir de que las familias sepan si la persona por nacer va a ser “niño” o va a ser “niña” empieza a generar una serie de expectativas sobre esa persona, aún sin haber nacido. Incluso, desde el momento de la revelación del sexo, se utilizan los colores azul (niño) y rosado (niña) para hacer el esperado anuncio.
 
Vale la pena recordar que el sexo biológico no es igual al género asignado socialmente: las características biológicas como los cromosomas, hormonas o gónadas no deberían determinar lo que una persona puede o no hacer, lo que se espera de ella o las oportunidades con las que va a contar a futuro.
 
Aún así, en una sociedad patriarcal, en la que priva lo masculino y los hombres tienen más privilegios que las mujeres, los roles de género que se asocian al sexo con el que se nace generan brechas y desventajas que hacen que la lucha por la igualdad esté más vigente que nunca.
 
A pesar de que los hombres tienen, en lo público, lo político y lo económico ventajas y privilegios que los lleva a ostentar mayor poder sobre el entorno, lo cierto es que el precio que deben pagar por sostener ese poder es enorme. Y es que, en nuestra sociedad, el ser “hombre” implica responder y cumplir, 24 horas y 7 días a la semana con muchos encargos, que son los pilares sobre los que se sostiene la masculinidad tradicional:
 
Pilar 1: Ser fuertes y autosuficientes
 
De acuerdo con la sociedad patriarcal, un “hombre” de verdad, puede solo. Esto significa que los hombres tienen menos permitido pedir ayuda, buscar apoyo emocional o acudir a otras personas en busca de soluciones para sus problemas, tanto físicos como emocionales.
 
Esto hace que muchos hombres tengan incluso una imagen irreal de sí mismos, de sus capacidades y de sus limitaciones. Conlleva que los hombres se pongan en constante peligro a sí mismos y a las otras personas: esa obligación de demostrar su fortaleza y autosuficiencia en muchas ocasiones les cuesta la vida.
 
En el estudio “La Caja de la Masculinidad”, Promundo encontró que hasta 2 de cada 3 hombres jóvenes afirma que la sociedad les dice que los hombres deben resolver sus problemas personales por sí mismos, sin pedir ayuda de las demás personas.
 
Romper con este mandato es clave para generar acciones de auto cuido: que los hombres se permitan cuidar de su salud física y mental, puedan buscar ayuda cuando la necesitan y que acepten e integren las vulnerabilidades que forman parte de su personalidad y su esencia como personas.
 
 
Pilar 2: Ser atractivos y siempre estar dispuestos a tener sexo
 
El segundo de los pilares sobre los que se conforma la masculinidad tradicional es la hipersexualización. Un “hombre” de verdad debe ser atractivo, debe lucir bien, estar en una constante conquista (de mujeres, por supuesto), no debe nunca decir que no (y muchas veces no aceptar un no como respuesta).
 
Pero ojo, que tampoco se debe abusar. Está bien que el hombre se vea bien y que se arregle, pero no debe dedicar mucho tiempo y esfuerzo a la apariencia física porque si no se empieza a cuestionar la hombría, un “look” descuidado también es válido, siempre y cuando sea atractivo para las “chicas”.
 
Además, según la masculinidad tradicional, no se puede dejar pasar la oportunidad de conquista y de sexo. En el estudio mencionado anteriormente, muestran que entre el 53% y el 63% de los hombres cree la sociedad dice que un hombre de verdad nunca diría que no al sexo cuando se presente la oportunidad.
 
Esta hipersexualización de la masculinidad conlleva que los hombres sean los que en mucha mayor medida lleven a cabo actos como el hostigamiento sexual, el acoso sexual callejero, el consumo de pornografía y de comercio sexual, entre otras conductas relacionadas con la sexualidad y que tienen efectos sobre su salud física y mental y sobre el bienestar, la salud y la seguridad de las mujeres que les rodea.
 
Las nuevas masculinidades se construyen a partir de derribar este pilar: se vale verse bien, cuidarse y lucir bien, pero no para atraer mujeres, sino para sentirnos mejor con nosotros mismos, conectar con nuestro amor propio y tener mejor salud. Ah, y por supuesto que se vale decir que no, no siempre tenemos que estar dispuestos para el sexo y evitar coquetear con todas las mujeres no nos hace menos hombres.
 
Pilar 3: Ser heterosexuales y hasta homofóbicos
 
En la sociedad patriarcal, la masculinidad tradicional se define a partir de 3 negaciones básicas: no ser mujer, no ser niño y no ser homosexual. Cualquier comportamiento, expresión, atributo, relación o característica personal que acerque al hombre a ser mujer, ser niño o ser homosexual es señalada y castigada bajo la etiqueta de que ese es un “poco hombre”.
 
Un “hombre” de verdad, es heterosexual, se comporta de forma masculina y viril y se aleja de todo lo que pueda hacerlo “parecer” homosexual: confundiendo la expresión de género (masculina, femenina o no binaria), con la orientación sexual (heterosexual, homosexual, bisexual). Es decir, el hecho de que un hombre no cumpla los estándares de lo que es “viril y masculino”, o que no se adhiera a la expresión de género masculina, no quiere decir que sea homosexual en su orientación.
 
Pero no es esto lo que nos enseñan a los hombres: más de la mitad de los hombres entrevistados en el estudio de Promundo dice que les han dicho desde pequeños que los hombres homosexuales no son “hombres de verdad”. Y es que, si ser o parecer gay es una amenaza para la hombría, alejarse de todo aquello o incluso despreciar lo que parezca homosexual, va a ser parte del comportamiento de los hombres.
 
Desmontar este pilar para construir nuevas masculinidades pasa por entender que la homosexualidad es solo una de las masculinidades existentes, y que la gran mayoría de comportamientos y características que se asocian con “ser gay” en realidad responden a estereotipos y mitos. Las nuevas masculinidades no etiquetan, y permiten que cada hombre se determine como tal sin tener que seguir parámetros impuestos socialmente.
Pilar 4: Ser rígidos, controladores y hasta agresivos
 
El cuarto y último pilar de la masculinidad tradicional se basa en el ejercicio del poder y control: un “hombre de verdad” debe cumplir con lo que se espera de él en la sociedad, sin salirse de la norma y debe darse a respetar al precio que sea. Aunque haya que llegar a la violencia.
 
El poder en nuestra sociedad tiene cara masculina. Los hombres ejercemos poder sobre quienes nos rodean y alcanzamos puestos donde tenemos poder casi de forma automática y sin que se cuestione: “es el hombre de la casa”, “tiene madera de líder”, “es el macho alfa”.
 
Pero el precio de ostentar ese poder es altísimo, pues nos desconecta de nosotros mismos y nos hace priorizar a las demás personas, nos obliga a mantener el control y la rigidez de nuestros comportamientos y no nos deja salirnos de los mandatos sociales que la sociedad nos impone.
 
Por ejemplo, hasta el 46% de los hombres considera que merecen, por el hecho de ser hombres, saber en donde están sus novias y esposas. Hasta el 44% considera que es el hombre quien realmente debe traer el dinero al hogar y sostener a las familias, no las mujeres.
 
Cuando un hombre se aferra a estos roles tradicionales y cree convincentemente en esos mandatos, va a ejercer un control de dominio sobre las mujeres o sobre su familia, casi como un “derecho adquirido” y van a defender ese derecho a toda costa, incluso hasta con su vida o la de sus parejas o familias. Cuando de mantener el poder se trata, todo se vale para la masculinidad tradicional.
 
Este cuarto pilar se puede derribar cuando los hombres entienden que el poder se puede ejercer de otra manera: pasar del poder dominio y control al poder de cuido y crecimiento. Pasamos entonces de ser carceleros de nuestro entorno, a ser los acompañantes de la libertad y el desarrollo de nuestros seres queridos. Entendemos que lo único que podemos controlar es a nosotros mismos, nuestros pensamientos, emociones y conductas, y las usamos para construir ambientes pacíficos y seguros.
 
 
Cuando los hombres reconocemos el efecto de estos cuatro pilares en nuestra vida, entendemos los efectos nocivos para nosotros y quienes nos rodean, cuestionamos los aprendizajes y mandatos sociales y firmamos con nosotros mismos un compromiso de libertad y reconocimiento propio, estamos deconstruyendo la masculinidad tradicional y construyendo nuevas masculinidades.
 
¡Demos ese paso!
 
 
Escrito por:
Fernando Araya Jiménez
Experto en Masculinidades y Consultor para Efecto Boomerang
Contacto: capacitacion@efectoboomerang.com